Una de las peculiaridades que podemos encontrar en la DO Pla de Bages son las tinas y barracas de piedra seca. Éstas recuerdan que este territorio fue el de mayor extensión de viñedo de toda Cataluña hace unos 200 años, de hasta 28.000 hectáreas.
Entre 1860 y 1890 fue la fiebre de oro de la viña del Bages. La plaga de la filoxera ya había arrasado los viñedos franceses, y al aumentar la demanda de vinos, los precios y el cultivo de viñedo se disparó para aprovechar el momento. Todo ello hizo que los viñedos se subieran por las montañas hasta llegar a estas 28.000 hectáreas de viñedo en el Bages, configurando un nuevo paisaje de bancales de piedra seca y barracas de viñedo.
La distancia con las masías obligaba a los campesinos a elaborar estas construcciones entre los viñedos llamados tinas, donde elaboraban el vino para evitar tener que transportar la uva hasta la masía, ya que era más práctico transportar 65kg de vino que 100kg de uva. La uva entraba por arriba, se aplastaba con los pies sobre el panal y fermentaba en el depósito, y abajo saliendo por el buje, se cargaba para vender. En muchos casos, incluso, el vino se vendía en la misma tina, evitando tener que transportarlo hasta la misma masía.
Y por otra parte las barracas, que servían para guardar el utillaje agrícola o protegían de las inclemencias del tiempo.
La filoxera llegó primero, pero no fue éste el motivo de abandono del viñedo, ya que descubierta la solución del pie americano, se volvieron a plantar hasta 22.000 hectáreas. Fue con la llegada del textil que la gente se fue de la viña para optar a un sueldo asegurado al final de cada mes, un horario fijo y un trabajo no tan sacrificado. También a raíz de la mecanización en el campo, se motivaron cultivos menos manuales. De 22.000 hectáreas a las 500 actuales.